jueves, 23 de octubre de 2008

Una lectura Psicoanalitica: la desconocida de Giuseppe Torento

LA DESCONOCIDA Giuseppe Torento

Cuando el mundo simbólico de la identidad ha sido subvertido en la fragilidad de una mirada fragmentativa de los tiempos de exposición alienante en el Otro, el Otro como obturador, ralentiza la espectralidad subjetiva. No hay un lugar para el otro que no sea, las máscaras. Caleidoscópicas imágenes seriales de claroscuros, emparchan como vestidura de arlequín. El universo simbólico congelado en la especularidad excluyente, denuncia que la calidez libinizadora de un mundo texturizado desde la grafía del deseo, es sustituido por el éxtasis de las imágenes, por la pornografía del silencio, por la frialdad obscena de un mundo desafectivizado
Abolir el sentido de la verdad por medio de la re-negación y sustituirla por la ilusión en el juego de las apariencias, es seducir. Y seducir es un acto de prestidigitación predatorio por que, clausura la experiencia subjetivante, convierte al sujeto en objeto de posesión de un amo y escenifica una patética modalidad de desaparición al grado cero de lo real. Una realidad saturada de imágenes en un horizonte que se constituye más allá de todo sentido, con las hilachas transparentes de la simulación. La mirada es, tanto un modo de certificar la experiencia, como de rechazarla. La pulsión escoptofílica captura fragmentos experienciales y de acuerdo a como las semantice, congelará su flujo o, promoverá su continuidad en la producción de sentido. Como mero ejercicio ortopédico sobre la conciencia, puede ser el arma ideal para capturar presas desde su afán codicioso. En el soporte de la libidinización subjetiva, un bisturí de estetización de la experiencia donde la realidad retrocede frente a sus imágenes sin dejar espacio para la decrepitud ilusoria. El ojo voyeur se comporta como una cámara fotográfica capaz de cometer un asesinato. Por medio de una ceremonia visual, gatilla con ironía póstuma a su presa. Su voluptuosidad fractal lo convierte en un espectro de vomitiva extroversión, desprovisto de toda interioridad. Las reviviscencias, en el registro imaginario, son traumáticas por que seccionan el devenir, congelando la temporalidad en lo eternamente innombrable: thanatos operando en su desligadura pura. La afectividad queda capturada en la fascinación del horror, de atestiguar los propios momentos de muerte. Los epitafios visuales irrumpen con la cadencia de un poema de lamento que deshonra, que burla con una fallida nominación, la desconocida. Pero ¿en que fisura un filtro como trama, retiene una libra de carne sazonada con Eros? De la secuencia serial metonímica, una, hace metáfora. En la mirada materna, la retina retiene, una hija deseada. En sus manos queda inscripta la pequeña epidermis acariciada. La cría humana despierta su olfato guiándola a su búsqueda. Se activa lo más primitivo que habita la condición humana. Lo instintual des-borda en ropajes salvajes dentro de un escenario fantasmagórico.
Giuseppe Torento trabaja con el sentido de las imágenes a través de la certera y delicada manipulación de los objetos: ¿máquinas solteras? ¿objetos esposados? ¿detenidos, inmovilizados? Pero también en el conyugal, unidos en un nuevo destino, un nuevo sentido. La secuencia fílmica propone un juego de percepción. Pero no se trata aquí de descubrir la solución al jeroglífico. La vastedad de la magia del amor, declama en la imagen final “…Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en verdad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es…” (Jorge Luis Borges, Biografía de Isidoro Tadeo Cruz)
El enigma está resuelto.

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